Juan Vicente Estigarribia
EL HAFIR COMO RECURSO DE PURIFICACIÓN DEL AGUA
La civilización meroítica floreció en el norte del Sudán entre el siglo 5 a.C y el 4 d.C., y muestra rasgos culturales heredados del Egipto faraónico y otros totalmente originales. Entre las construcciones que la identifican se destacan especialmente los embalses para agua de lluvia, actualmente llamados hafīr. Se han contabilizado más de 800, en cercanías de antiguos centros urbanos en Butana. Se construían en vecindad de colinas donde la lluvia que caía en escasas ocasiones podía transformarse en torrentes que buscaban depresiones naturales. Los hafir colectaban estos aluviones mediante excavaciones en el suelo, rodeadas de altos taludes formados con el material extraido.
En los años 70 y años 80 del siglo pasado los artículos de Kleinschroth llamaron la atención sobre el tema, y en los 90 Hinkel ofreció dos síntesis interesantes. Desde hace unos años la misión de la Humboldt Universität en Musawwarat sometió a un amplio y sistemático estudio el gran hafīr local, que tenía una planta aproximadamente circular de 230 metros de diámetro y quizá capacidad para 200.000 m3.
Tales dimensiones demuestran una capacidad técnica y un grado alto de la organización que sólo podría ser sostenida por una estructura estatal poderosa, con recursos económicos y mano de obra apropiada para construirlos y mantenerlos.
La carencia de información precisa deja muchas preguntas sin respuesta. En primer lugar, si podríamos asumir como su objetivo de almacenar agua después de lluvias ocasionales, podría ser discutible el uso dado al agua almacenada, y las opiniones divergen entre el empleo para bebida humana y del ganado al riego de cosechas de algodón.
Instalaciones similares se hanutilizado en diferentes latitudes, como los tapkis in Nigeria, lagunas Africa oriental, tanques en India (donde se crían peces) y reservorios in America del sur.
En la Argentina ha sido muy común la construcción de reservorios para colectar agua de lluvia para la bebida tanto del ganadocomo de la población humana. Se conocen desde tiempos precolombinos en la región del noroeste, en zones de Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero. Aunque algunos ya no se utilizan por la implementación de pozos profundos, otros aún continúan en servicio como recurso alternativo.
Esta región fue incorporada al Imperio incaico a finales del siglo 15, unas décadas antes de la conquista española. La habilidad de los ingenieros incaicos para diseñar los sistemas complejos del suministro y almacenaje de agua potable es ampliamente conocida, y podría haber sido la fuente de la tecnología implicada en estos embalses.
Esa zona argentina, árida y montañosa, tiene una situación climatológica similar a la del noreste del Sudán, con precipitaciones anuales muy escasas producidas en muy breves períodos.
En las Colinas de Ancasti, zona desértica en el este de Catamarca, con montañas de hasta 2000 ms de alto, en al Oeste y al sur de Santiago del Estero (Guasayán, Ambargasta y Sumampa) y en el este de La Rioja (Los Llanos) se construyeron las llamadas “represas”. Podían asumir formas diferentes, de rectangular a circular, siempre con una entrada en dirección de la llegada del agua. Fueron parcialmente excavadas formando una cuba (“cava”) y con el suelo excavado paredes perimetrales (“bordos”).
La evaporación anual en Argentina se extiende de 2000 a 2500 mm/año para pequeños embalses en La Rioja, y aproximadamente 3000 mm en Catamarca, similar a la del norte del Sudán: Deeker indica para la presa Khashm el-Girba en Atbara una evaporación anual de 2.200 mm, y Kleinschroth cita 2600 mm/años para Butana.
La altura total de gran hafīr de Musawwarat podría haber llegado a 15 ms, pero no sabemos qué proporción del mismo realmente se llenaba. Es razonable pensar, sin embargo, que la mera existencia de tan altos muros hace pensar que podía esperarse grandes volúmenes de agua, al menos de vez en cuando. Por otra parte parece irrazonable para haber dedicado esfuerzos y tiempo para construir estructuras capaces de almacenar tal altura de agua.
En Argentina, la observación regular y la experiencia de mucho tiempo han permitido verificar que estos embalses podrían llevar a cabo una función inesperada, porque en el agua almacenada se produce a una mejora en su calidad, por reacciones completamente naturales.
Los sólidos arrastrados por el agua van sedimentando en los embalses. Las partículas coloidales (no visibles al ojo desnudo) probablemente conceden al agua residual alguna turbiedad, pero esto no afecta su gusto u olor.
Además, el agua no mejora sólo desde el punto de vista físico, reduciendo la concentración de materia suspendida, sino que también se desarrolla una purificación bacteriana. Es el “efecto de almacenaje”, que a lo largo del tiempo produce una caída en la población microbiana.
El agua expuesta a la radiación solar permanente puede ser rápida y eficazmente descontaminada por la acción simple de rayos ultravioletas, desarrollando un tratamiento biológico con inhibición de bacterias patógenas. El proceso previene la división celular, con efectos letales para los microorganismos.
Además, el cuerpo de agua del hafir presentaba un ambiente favorable para el desarrollo de la vegetación acuática. Especies como papiros y juncos son conocidas como ayudantes valiosos para mejorar la calidad de agua. El potencial para la purificación de agua de estas plantas ha sido extensamente verificado, y en la literatura técnica las recomiendan como métodos simples y económicos para el tratamiento de agua potable.
Quizás algún día la investigación podría encontrar pruebas de la presencia antigua de estas plantas en los hafir.
En las décadas pasadas, el recurso de cosechar especies vegetales se ha convertido en un camino económico y práctico para la mejora de las condiciones físicas y químicas en desagües cloacales, en particular en los Estados Unidos, y es conocido como "filtración biológica". Ha sido aplicado en Alejandría, Egipto, donde caña común (Phragmites sp.), “cola de gato” (Typha sp.) y espadaña (Scirpus sp.) se plantan en enlagunamientos artificiales para mejorar la calidad de los desagües. Resultan ser eficaces clarificadores, asimilando materia inorgánica.
Las sociedades antiguas del Valle de Nilo han desarrollado procedimientos empíricos, que a veces equiparan a los logros de la tecnología moderna.
Por cierto no postulamos la aplicación de técnicas sanitarias con criterios científicos por parte de los meroitas. Aunque sea probable que no supieran las razones por las cuales tales dispositivos mejoraban la calidad de agua, pensamos que la experiencia de muchos años pudo permitir que advirtieran los resultados beneficiosos producidos en el agua después de cierto período de almacenaje. La observación y el registro de resultados pudo hacer posible la corrección de errores en el diseño de los embalses, cuya eficacia iba a permanecer demostrada hasta el punto de continuar en uso durante muchos siglos después del eclipse de la civilización meroítica.
Siguiendo con la Tradición original del CEEMO, hemos creado este Blog , a fin de conectarnos con información, e imágenes de nuestro amado Egipto.
viernes, 27 de noviembre de 2009
Lic. Susana Romero . CONCEPTOS EGIPCIOS DEL MAS ALLA
Lic. Susana Romero
Algunos aspectos sobre los conceptos del Más Allá .
La certeza de lo inexorable de la muerte ha aunado a los hombres de distintas culturas en la búsqueda de un tiempo y un espacio que esté fuera de los límites de la finitud humana, es decir “más allá” de los confines de la vida de este mundo. De cómo imaginan a este Más Allá difiere en cuanto se lo considere como un sitio opaco y borroso – el inframundo mesopotámico, el sheol bíblico o el hades de los griegos – o como un lugar de extrema felicidad en compañía de los dioses, como sería el caso egipcio.
En cuanto a la aceptación o rechazo de la muerte, encontramos dos diferencias básicas: en las culturas cosmocéntricas en las que el individuo es parte de la creación pero no superior a los otros seres, es aceptada más fácilmente; no así en las culturas antropocéntricas, en las que el hombre es el eje del mundo por su espiritualidad e inteligencia.
Acerca de las creencias de los antiguos egipcios, Jan Assmann (“Death and Salvation in Ancient Egypt” Cornell Univ. Press - 2005) distingue algunos aspectos de la imagen que los mismos tenían acerca de la muerte: aislamiento social, disociación de los elementos constitutivos, como un retorno al útero, como un misterio o como un enemigo, que es el que veremos brevemente.
La idea de la muerte como enemigo estaba basada en el mito de la disputa por el trono entre Osiris y Seth. Este último quiere ocupar el trono de Egipto y para lograrlo mata y destroza a su hermano el rey, arrojando sus pedazos por todo el reino. Un tribunal divino juzga y condena a Seth, asociándolo con el mal y con la muerte y declarando la injusticia de su acción por ir contra Maat, la justicia y el orden cósmico. Isis - esposa y hermana de Osiris - reúne sus miembros dispersos recomponiendo su cuerpo, mientras su personalidad es restaurada al integrarse en el reino divino y de esta manera resucitar a una nueva forma de vida, siendo coronado rey del inframundo. Es así como Osiris vuelve a la vida porque Egipto vuelve a Maat.
En el plano fenoménico este mito designa el arquetipo del triunfo sobre la muerte: enfrentar al enemigo y derrotarlo. Entre los hombres se la vence al lograr la vida eterna a través de la justificación; entre la realeza se lo obtiene mediante la sucesión al trono, al perpetuarse la continuidad hereditaria: el rey muerto se transforma en un Osiris y el sucesor en un Horus.
El concepto de la muerte como enemigo evoluciona y a comienzos del segundo milenio la figura del malhechor que mata y es juzgado es reemplazada por la culpa personal como causa de muerte. El triunfo sobre el enemigo – Seth o la muerte – deviene ahora en el triunfo sobre las faltas de cada uno, o sea, la absolución del mal cometido para así transformarse en un espíritu justificado, un akh, y lograr de este modo la vida eterna.
Años más tarde, durante el Reino Nuevo, se recopila toda la literatura religiosa desde los Textos de las Pirámides del Reino Antiguo hasta los Textos de los Sarcófagos del Reino Medio y se copian en rollos de papiro, lo que se conoce como Libro de los Muertos. En el Capítulo 125 se encuentra la descripción del juicio post-morten al que sería sometido todo hombre y las dos listas de faltas de las que se debía declarar inocente. Este tribunal se reunía en la Sala de las dos Maat y estaba presidido por Osiris y los 42 jueces, uno por cada nomo de Egipto. En medio de la sala había una balanza en que se pesaba el corazón del difunto en un platillo y en el otro la pluma de Maat; el difunto debía recitar las dos listas de faltas – contra los dioses, contra sí mismo y contra el prójimo - negando el haberlas cometido.
Anubis, Thot y Horus controlaban la exactitud del peso del corazón; si era hallado inocente, el difunto sería admitido en el reino de los dioses y gozaría junto a ellos eternamente. Pero si lo declaraban culpable un monstruo, Ammut, lo devoraría y esto sería la total aniquilación de su persona o la tan temida “segunda muerte”.
Con la formulación de este juicio y su canonización en el capítulo 125, a mediados del segundo milenio A.C. los egipcios dieron dos pasos importantes: trasladaron al Más Allá la plenitud de los actos y esfuerzos terrenales y pusieron la administración de la justicia en manos de los dioses, de manera tal que la ética dejó de ser una cuestión de conceptos humanos para convertirse en mandato divino. Comienza así una evolución de la imagen de la muerte y de los ritos mortuorios que alcanzará una amplia difusión en todo el Cercano Oriente.
El concepto egipcio de la posibilidad de salvación mediante la reivindicación de las faltas y la moral como instrumento de redención, no ha cesado de interesar a los hombres; creemos que ésta es una de las razones por la cual esta cultura ha perdurado a lo largo de los milenios.
Algunos aspectos sobre los conceptos del Más Allá .
La certeza de lo inexorable de la muerte ha aunado a los hombres de distintas culturas en la búsqueda de un tiempo y un espacio que esté fuera de los límites de la finitud humana, es decir “más allá” de los confines de la vida de este mundo. De cómo imaginan a este Más Allá difiere en cuanto se lo considere como un sitio opaco y borroso – el inframundo mesopotámico, el sheol bíblico o el hades de los griegos – o como un lugar de extrema felicidad en compañía de los dioses, como sería el caso egipcio.
En cuanto a la aceptación o rechazo de la muerte, encontramos dos diferencias básicas: en las culturas cosmocéntricas en las que el individuo es parte de la creación pero no superior a los otros seres, es aceptada más fácilmente; no así en las culturas antropocéntricas, en las que el hombre es el eje del mundo por su espiritualidad e inteligencia.
Acerca de las creencias de los antiguos egipcios, Jan Assmann (“Death and Salvation in Ancient Egypt” Cornell Univ. Press - 2005) distingue algunos aspectos de la imagen que los mismos tenían acerca de la muerte: aislamiento social, disociación de los elementos constitutivos, como un retorno al útero, como un misterio o como un enemigo, que es el que veremos brevemente.
La idea de la muerte como enemigo estaba basada en el mito de la disputa por el trono entre Osiris y Seth. Este último quiere ocupar el trono de Egipto y para lograrlo mata y destroza a su hermano el rey, arrojando sus pedazos por todo el reino. Un tribunal divino juzga y condena a Seth, asociándolo con el mal y con la muerte y declarando la injusticia de su acción por ir contra Maat, la justicia y el orden cósmico. Isis - esposa y hermana de Osiris - reúne sus miembros dispersos recomponiendo su cuerpo, mientras su personalidad es restaurada al integrarse en el reino divino y de esta manera resucitar a una nueva forma de vida, siendo coronado rey del inframundo. Es así como Osiris vuelve a la vida porque Egipto vuelve a Maat.
En el plano fenoménico este mito designa el arquetipo del triunfo sobre la muerte: enfrentar al enemigo y derrotarlo. Entre los hombres se la vence al lograr la vida eterna a través de la justificación; entre la realeza se lo obtiene mediante la sucesión al trono, al perpetuarse la continuidad hereditaria: el rey muerto se transforma en un Osiris y el sucesor en un Horus.
El concepto de la muerte como enemigo evoluciona y a comienzos del segundo milenio la figura del malhechor que mata y es juzgado es reemplazada por la culpa personal como causa de muerte. El triunfo sobre el enemigo – Seth o la muerte – deviene ahora en el triunfo sobre las faltas de cada uno, o sea, la absolución del mal cometido para así transformarse en un espíritu justificado, un akh, y lograr de este modo la vida eterna.
Años más tarde, durante el Reino Nuevo, se recopila toda la literatura religiosa desde los Textos de las Pirámides del Reino Antiguo hasta los Textos de los Sarcófagos del Reino Medio y se copian en rollos de papiro, lo que se conoce como Libro de los Muertos. En el Capítulo 125 se encuentra la descripción del juicio post-morten al que sería sometido todo hombre y las dos listas de faltas de las que se debía declarar inocente. Este tribunal se reunía en la Sala de las dos Maat y estaba presidido por Osiris y los 42 jueces, uno por cada nomo de Egipto. En medio de la sala había una balanza en que se pesaba el corazón del difunto en un platillo y en el otro la pluma de Maat; el difunto debía recitar las dos listas de faltas – contra los dioses, contra sí mismo y contra el prójimo - negando el haberlas cometido.
Anubis, Thot y Horus controlaban la exactitud del peso del corazón; si era hallado inocente, el difunto sería admitido en el reino de los dioses y gozaría junto a ellos eternamente. Pero si lo declaraban culpable un monstruo, Ammut, lo devoraría y esto sería la total aniquilación de su persona o la tan temida “segunda muerte”.
Con la formulación de este juicio y su canonización en el capítulo 125, a mediados del segundo milenio A.C. los egipcios dieron dos pasos importantes: trasladaron al Más Allá la plenitud de los actos y esfuerzos terrenales y pusieron la administración de la justicia en manos de los dioses, de manera tal que la ética dejó de ser una cuestión de conceptos humanos para convertirse en mandato divino. Comienza así una evolución de la imagen de la muerte y de los ritos mortuorios que alcanzará una amplia difusión en todo el Cercano Oriente.
El concepto egipcio de la posibilidad de salvación mediante la reivindicación de las faltas y la moral como instrumento de redención, no ha cesado de interesar a los hombres; creemos que ésta es una de las razones por la cual esta cultura ha perdurado a lo largo de los milenios.
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