viernes, 27 de noviembre de 2009

Juan Vicente Estigarribia _ EL HAFIR EGIPCIO COMO RECURSO DE PURIFICACION DEL AGUA

Juan Vicente Estigarribia

EL HAFIR COMO RECURSO DE PURIFICACIÓN DEL AGUA

La civilización meroítica floreció en el norte del Sudán entre el siglo 5 a.C y el 4 d.C., y muestra rasgos culturales heredados del Egipto faraónico y otros totalmente originales. Entre las construcciones que la identifican se destacan especialmente los embalses para agua de lluvia, actualmente llamados hafīr. Se han contabilizado más de 800, en cercanías de antiguos centros urbanos en Butana. Se construían en vecindad de colinas donde la lluvia que caía en escasas ocasiones podía transformarse en torrentes que buscaban depresiones naturales. Los hafir colectaban estos aluviones mediante excavaciones en el suelo, rodeadas de altos taludes formados con el material extraido.
En los años 70 y años 80 del siglo pasado los artículos de Kleinschroth llamaron la atención sobre el tema, y en los 90 Hinkel ofreció dos síntesis interesantes. Desde hace unos años la misión de la Humboldt Universität en Musawwarat sometió a un amplio y sistemático estudio el gran hafīr local, que tenía una planta aproximadamente circular de 230 metros de diámetro y quizá capacidad para 200.000 m3.
Tales dimensiones demuestran una capacidad técnica y un grado alto de la organización que sólo podría ser sostenida por una estructura estatal poderosa, con recursos económicos y mano de obra apropiada para construirlos y mantenerlos.
La carencia de información precisa deja muchas preguntas sin respuesta. En primer lugar, si podríamos asumir como su objetivo de almacenar agua después de lluvias ocasionales, podría ser discutible el uso dado al agua almacenada, y las opiniones divergen entre el empleo para bebida humana y del ganado al riego de cosechas de algodón.
Instalaciones similares se hanutilizado en diferentes latitudes, como los tapkis in Nigeria, lagunas Africa oriental, tanques en India (donde se crían peces) y reservorios in America del sur.
En la Argentina ha sido muy común la construcción de reservorios para colectar agua de lluvia para la bebida tanto del ganadocomo de la población humana. Se conocen desde tiempos precolombinos en la región del noroeste, en zones de Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero. Aunque algunos ya no se utilizan por la implementación de pozos profundos, otros aún continúan en servicio como recurso alternativo.
Esta región fue incorporada al Imperio incaico a finales del siglo 15, unas décadas antes de la conquista española. La habilidad de los ingenieros incaicos para diseñar los sistemas complejos del suministro y almacenaje de agua potable es ampliamente conocida, y podría haber sido la fuente de la tecnología implicada en estos embalses.
Esa zona argentina, árida y montañosa, tiene una situación climatológica similar a la del noreste del Sudán, con precipitaciones anuales muy escasas producidas en muy breves períodos.
En las Colinas de Ancasti, zona desértica en el este de Catamarca, con montañas de hasta 2000 ms de alto, en al Oeste y al sur de Santiago del Estero (Guasayán, Ambargasta y Sumampa) y en el este de La Rioja (Los Llanos) se construyeron las llamadas “represas”. Podían asumir formas diferentes, de rectangular a circular, siempre con una entrada en dirección de la llegada del agua. Fueron parcialmente excavadas formando una cuba (“cava”) y con el suelo excavado paredes perimetrales (“bordos”).
La evaporación anual en Argentina se extiende de 2000 a 2500 mm/año para pequeños embalses en La Rioja, y aproximadamente 3000 mm en Catamarca, similar a la del norte del Sudán: Deeker indica para la presa Khashm el-Girba en Atbara una evaporación anual de 2.200 mm, y Kleinschroth cita 2600 mm/años para Butana.
La altura total de gran hafīr de Musawwarat podría haber llegado a 15 ms, pero no sabemos qué proporción del mismo realmente se llenaba. Es razonable pensar, sin embargo, que la mera existencia de tan altos muros hace pensar que podía esperarse grandes volúmenes de agua, al menos de vez en cuando. Por otra parte parece irrazonable para haber dedicado esfuerzos y tiempo para construir estructuras capaces de almacenar tal altura de agua.
En Argentina, la observación regular y la experiencia de mucho tiempo han permitido verificar que estos embalses podrían llevar a cabo una función inesperada, porque en el agua almacenada se produce a una mejora en su calidad, por reacciones completamente naturales.
Los sólidos arrastrados por el agua van sedimentando en los embalses. Las partículas coloidales (no visibles al ojo desnudo) probablemente conceden al agua residual alguna turbiedad, pero esto no afecta su gusto u olor.
Además, el agua no mejora sólo desde el punto de vista físico, reduciendo la concentración de materia suspendida, sino que también se desarrolla una purificación bacteriana. Es el “efecto de almacenaje”, que a lo largo del tiempo produce una caída en la población microbiana.
El agua expuesta a la radiación solar permanente puede ser rápida y eficazmente descontaminada por la acción simple de rayos ultravioletas, desarrollando un tratamiento biológico con inhibición de bacterias patógenas. El proceso previene la división celular, con efectos letales para los microorganismos.
Además, el cuerpo de agua del hafir presentaba un ambiente favorable para el desarrollo de la vegetación acuática. Especies como papiros y juncos son conocidas como ayudantes valiosos para mejorar la calidad de agua. El potencial para la purificación de agua de estas plantas ha sido extensamente verificado, y en la literatura técnica las recomiendan como métodos simples y económicos para el tratamiento de agua potable.
Quizás algún día la investigación podría encontrar pruebas de la presencia antigua de estas plantas en los hafir.
En las décadas pasadas, el recurso de cosechar especies vegetales se ha convertido en un camino económico y práctico para la mejora de las condiciones físicas y químicas en desagües cloacales, en particular en los Estados Unidos, y es conocido como "filtración biológica". Ha sido aplicado en Alejandría, Egipto, donde caña común (Phragmites sp.), “cola de gato” (Typha sp.) y espadaña (Scirpus sp.) se plantan en enlagunamientos artificiales para mejorar la calidad de los desagües. Resultan ser eficaces clarificadores, asimilando materia inorgánica.
Las sociedades antiguas del Valle de Nilo han desarrollado procedimientos empíricos, que a veces equiparan a los logros de la tecnología moderna.
Por cierto no postulamos la aplicación de técnicas sanitarias con criterios científicos por parte de los meroitas. Aunque sea probable que no supieran las razones por las cuales tales dispositivos mejoraban la calidad de agua, pensamos que la experiencia de muchos años pudo permitir que advirtieran los resultados beneficiosos producidos en el agua después de cierto período de almacenaje. La observación y el registro de resultados pudo hacer posible la corrección de errores en el diseño de los embalses, cuya eficacia iba a permanecer demostrada hasta el punto de continuar en uso durante muchos siglos después del eclipse de la civilización meroítica.